La noche que no salió como esperaban

No sé cómo se llamaban, pero los recuerdo como si fueran colegas de toda la vida. Cinco amigos con mochilas medio reventadas y una ilusión enorme por irse de viaje. Se iban fuera —de esos viajes largos que se planifican con meses de antelación—, pero el vuelo se canceló en el último momento.

No tenían hotel reservado. Me lo dijeron entre risas en recepción, como quien se disculpa por no tener ni idea de cómo va la cosa. Que no están acostumbrados a dormir en hoteles, que normalmente tiran de casa de amigos o cualquier apaño. Pero esa noche no había otra opción, y acabaron quedándose con nosotros.

Subieron a la habitación con cara larga y las mochilas arrastrando como si pesaran una tonelada. Pero no había pasado ni una hora cuando empecé a oír risas, de esas que te hacen sonreír aunque no sepas por qué. Habían arrasado el minibar: patatas, galletas, frutos secos, unas cuantas botellitas, algo de chocolate.  

Luego bajaron al lobby, buscaron un rincón tranquilo, movieron un par de butacas y se pusieron a jugar al parchís con vasos de papel y servilletas como fichas. Tal cual. Desde recepción, al ver lo entregados que estaban al plan, les ofrecimos un par de juegos de mesa que solemos guardar para las familias con peques.

Reían como si no hubiera mañana

Uno de los camareros, que justo salía del turno de cenas, les entregó unas infusiones y algo de fruta cortada. “Por si seguís de juerga”, les dijo, y se quedó un rato charlando con ellos. Más tarde, alguien del bar apareció con hielo y vasos grandes. “Para que brindéis como en casa”, bromeó, guiñándoles un ojo.

Siguieron riendo hasta tarde, entre historias y bromas que ya eran puro cansancio. A la mañana siguiente, bajaron de la habitación con ojeras, algo despeinados… y sonriendo como quien ha dormido poco, pero ha vivido mucho.

Y yo, que los miraba desde fuera, pensé en el valor de lo que se tuerce, de lo que no sale como uno espera. En la gente con la que compartes el imprevisto. Y en esos lugares que, sin hacer mucho ruido, saben ayudar a convertir un contratiempo en una buena historia.